miércoles, 12 de enero de 2011

!De la abundancia del corazón hablará nuestra boca!

El hombre bueno del buen tesoro de su corazón produce lo bueno, . . . porque de la abundancia del corazón habla su boca.” (Luc. 6:45) Estas sabias palabras salieron de la boca de Jesús y deberían tener un efecto profundo y duradero en todos los que desean tener la aprobación de nuestro Dios y Creador, Jehová. Día tras día la humanidad se enfrenta a problemas de la vida que no conducen a producir las buenas obras que identifican a uno como fiel seguidor del Señor Jesús. El corazón de la gente en general se ha endurecido debido al ambiente que la rodea, muy parecido a lo que le pasó al antiguo Faraón, cuyo corazón ‘se puso terco’ contra Dios.


 El poder sanador de la Palabra de Dios y las abundantes verdades que ésta contiene han ablandado el endurecido corazón de muchas personas. El relato bíblico hasta menciona a una vasta compañía mixta que salió de Egipto con los israelitas cuando la décima plaga azotó al país. Parece que la demostración del poder de Jehová ablandó el corazón de ellos. (Éxo. 12:38) ¿Pero qué hay de nosotros? ¿Estamos produciendo cosas buenas de la abundancia de nuestro corazón que sean una bendición para nosotros y nuestros asociados? ¿Cómo sabemos si en nuestro corazón hay cosas buenas y si podemos decirlas y hacer el bien?

Al principio de este tema se mencionó que hoy la humanidad se enfrenta a problemas que no conducen a producir buenas obras. Por todas partes vemos que la violencia, el crimen, la inmoralidad y el odio llenan el corazón de muchísimas personas. Muchas veces la gente rechaza bruscamente el mensaje que llevamos, y eso quizás nos descorazone. Es especialmente en esos momentos que necesitamos acudir a Jehová por ayuda por medio de Cristo. Hacemos bien en recordar todas las cosas buenas que tenemos, que llenan nuestro corazón hasta rebosar, y entonces esforzarnos por ayudar a otros.Por medio de su organización Jehová nos ha suministrado los instrumentos para ayudar a cualesquier personas que deseen escuchar y cuyo corazón pudiera ablandarse antes de que venga el fin .No hay mejor manera de demostrar lo que llena nuestro corazón que por compartir estas buenas nuevas con otras personas.
Por eso cuando sea oportuno, hable de la abundancia de su corazón. ¡Que todos juntos saquemos cosas buenas del buen tesoro de nuestro corazón, pues de la abundancia del corazón hablará nuestra boca!















domingo, 2 de enero de 2011

“El que tiene oídos para escuchar, escuche.”

El ser admitido en el reino de Dios es el mayor honor que se pudiera otorgar a alguien en la Tierra. El reino de Dios es el gobierno más grandioso de todos. Este fue el gobierno acerca del cual el Fundador del cristianismo predicó en el Oriente Medio Jesus. La historia dice acerca de Jesucristo: “Ahora bien, después que Juan [el Bautizante] fue hecho preso [en el año 30 E.C.], Jesús entró en Galilea, predicando las buenas nuevas de Dios y diciendo: ‘El tiempo señalado se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. Arrepiéntanse y tengan fe en las buenas nuevas.’” (Marcos, cap. 1, vss. 14 y 15) Sin embargo, la arrolladora mayoría del pueblo judío no se arrepintió ni tuvo fe. Asombrosamente, hicieron que se diera muerte a Jesús como enemigo del emperador romano, César. Figurativamente, no sembraron con miras al reino de Dios. Pero, ¿quién de nosotros hoy día sí está haciendo eso? ¿Cómo podemos saberlo? Veamos



A la mayoría de nosotros hoy día nos gusta que se nos hagan ilustraciones de las cosas. Jesucristo se hizo famoso por presentar ilustraciones o contar parábolas. Como predicador  atrajo grandes auditorios. En una ocasión, desde un barco en el mar de Galilea, enseñó a un auditorio situado en la playa. Dio una ilustración de cuatro clases de terreno agrícola. Privadamente, sus discípulos íntimos le preguntaron acerca del significado de la parábola. Después de explicarla y dar comentarios adicionales, él dijo, aun a estas personas en estrecha asociación con él: “El que tiene oídos para escuchar, escuche.” Luego el relato dice...
“La semilla es la palabra de Dios”, dice Jesús, y la tierra es el corazón. Tocante a la semilla que cayó en la dura superficie a lo largo del camino, explica: “Viene el Diablo y quita la palabra de su corazón para que no crean y sean salvos”.








Por otra parte, la semilla que se siembra en tierra que cubre una masa rocosa se refiere al corazón de personas que reciben con gozo la palabra. Sin embargo, porque la palabra no puede arraigar profundamente en esos corazones, estas personas se apartan cuando les viene un tiempo de pruebas o persecución.


Respecto a la semilla que ha caído entre los espinos, Jesús explica que esto se refiere a personas que han oído la palabra. No obstante, las inquietudes, las riquezas y los placeres de esta vida absorben su interés, de modo que se las ahoga por completo, y no perfeccionan nada.


Por último, en cuanto a la semilla que se siembra en tierra excelente, Jesús dice que son las personas que, después de oír la palabra con corazón bueno y excelente, la retienen y llevan fruto con aguante.(Mar. 4:1-23) No sabemos cuántos de entre el auditorio reunido en la playa tenían esa clase de oídos. Pero Jesús esperaba que sus discípulos, a quienes había dado la explicación, tuviesen oídos que escucharan. Por medio de esa clase de oídos lo que le habían oído decir tendría alojamiento permanente dentro de ellos y les proporcionaría iluminación. ¿Quién de nosotros hoy día tiene esa clase de oídos que escuchan? Eso nos ayudará a sembrar correctamente con miras al reino de Dios.





GRACIAS

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