sábado, 26 de junio de 2010

EVITE LOS PELIGROS DEL CHISMEAR PERJUDICIAL

QUÉ transmite a su mente la palabra “chismear”? ¿Quizás una agradable plática acerca de asuntos familiares con una persona conocida? ¿O el transmitir algúnas  noticias  personales del día a costa de otra persona?


El chismear por lo general se basa en nuestro interés en la gente y en lo que hace. El chismear puede ser relatar algo insignificante o no objetable acerca de otros, por interés humano. Hasta pudiera incluir comentarios elogiosos acerca de la persona. A menudo asume la forma de habla superficial y humorística, en la cual no hay mala intención. Por otra parte, lo que se dice quizás tienda a colocar a la persona de quien se habla en una posición en que se le juzgue desfavorablemente. Tal vez se diga en son de broma, quizás sin pensarlo.
Aun cuando el chismear sea sin mala intención, hay veces cuando es mejor que algunas cosas se dejen sin decir. Quizás sean verídicas, pero, también, quizás sean asuntos de que la tercera persona no quisiera que se hablara entre sus amigos y vecinos, y si esos asuntos no tienen que ver con el bienestar de ellos, no hay necesidad de que se enteren de esos asuntos. Aquí es donde se require “empatía,” el colocarse uno en el lugar de la otra persona. ¿Le gustaría a usted que sus asuntos privados fuesen el tema de una conversación de ese tipo? ¡Es tan fácil deslizarse del habla inofensiva acerca de personalidades al habla perjudicial, que causa dificultades! Aquí es donde hay peligro. ¿Sabe usted dónde detenerse? ¿Puede usted distinguir una cosa de la otra? Es vital que lo haga si quiere guardar sus labios de habla que cause dificultades.—Pro. 24:2.


Note el consejo excelente que ofrece el apóstol Pablo sobre cómo podemos controlar nuestro modo de pensar y así evitar los peligros que pueden surgir del habla perjudicial y la calumnia: “Cuantas cosas sean verdaderas, cuantas sean de seria consideración, cuantas sean justas, cuantas sean castas, cuantas sean amables, cuantas sean de buena reputación, cualquier virtud que haya y cualquier cosa que haya digna de alabanza, continúen considerando estas cosas.” (Fili. 4:8) De esa manera no habrá lugar para pensamientos perjudiciales, pensamientos que tienden a salir a relucir en el habla, con consecuencias trascendentales y devastadoras.—Sant. 3:5-10.

Los que aman a Dios y quieren vida de acuerdo con su provisión bondadosa, deben abrigar un temor saludable de que se les halle culpables del hábito de hablar perjudicialmente. Cristo Jesús advirtió: “De todo dicho ocioso que hablen los hombres, rendirán cuenta en el Día de Juicio; porque por tus palabras serás declarado justo, y por tus palabras serás condenado.” (Mat. 12:36, 37) El camino del chismoso perjudicador conduce a un callejón sin salida. Puede llevar a su muerte.

GRACIAS

GRACIAS